La necesaria Paz a construir

En el país y el mundo vivimos momentos de zozobra, en los que se pierde la Paz y crece el miedo y la inseguridad. La intranquilidad que ello produce, resulta un terreno fértil para que las ideas y las convicciones humanas puedan ser instrumentalizadas fácilmente, con fines de poder o de venganza, contrarios a los objetivos de una humanidad que se respete a sí misma.
Siempre resulta insuficiente insistir en la importancia de educar para la Paz y en la tarea poner el mejor empeño.
La sociedad debe reafirmar su coherencia con los valores esenciales que la nutren y la justifican. No se pueden volver relativos o perecederos conceptos fundamentales, como el respeto a la vida, a la libertad, a la dignidad de la persona, a la igualdad y equidad, a la no discriminación, a la justicia social y a la vigencia integral de los derechos humanos. La corrupción social empieza por relativizarlos, para luego, anularlos por indiferencia.
    La Paz implica una actitud interior y trascendente, que se potencia 
cuando se proyecta a la sociedad. Es un anhelo y una esperanza que se 
dan de manera imborrable en el corazón de cada persona, por encima de 
las realidades culturales específicas.
    Los jóvenes, en 
particular, deben aprender que la Paz no es una ingenuidad al servicio 
de lo imposible, por el contrario, ella permite que los hombres y las 
mujeres nos podamos ver a los ojos y darnos las manos en una empresa 
común de convivencia comprometida y respetuosa de la policromía de 
paisajes humanos, que nos enriquecen en sus diferencias.
    La 
vocación por la Paz nos debe obligar a esforzarnos, en medio de los 
conflictos, para dar razones de vida y evitar que la seducción de la 
violencia irracional, material o simbólica, imponga sus argumentos de 
muerte. 
    Tampoco ninguna forma de dominio gubernamental 
autoritario o de imperialismos que se auto justifiquen sólo en la 
fuerza, pueden presentarse como garantía de una verdadera Paz. Cuando la
 razón que manda es la violencia injusta, nunca se triunfa, es la 
derrota más profunda de la comunidad humana.  
    Además, ella no se
 sustenta en el equilibrio de los armamentos de las naciones y es 
inaceptable que la humanidad se extorsione a sí misma, sosteniendo que 
se construye Paz, sobre la base de armas capaces de lograr la 
destrucción de países o del mundo. Y menos, que en el uso de la 
violencia, se justifique que haya pérdidas de vidas inocentes o de 
personas que resulten gravemente perjudicadas sin razón y se explique, 
de manera endulzada, como meros daños colaterales por supuestos fines 
superiores.
    La Paz también implica la firme convicción de que el 
terrorismo, de cualquier tipo, como la violencia interesada en objetivos
 no enaltecedores de lo humano, son incompati-bles con el auténtico 
espíritu de todas las personas de bien y menos de parte de religiones 
como el judaísmo, el islamismo o el cristianismo, porque en todas en 
estas creencias la palabra de Dios, en los textos sagrados -Torá, Corán y
 Biblia-, invitan siempre a tener actitudes de Paz.
    La vocación 
de Paz es imprescindible, porque más grave que la ausencia de Paz es la 
incapacidad de anhelar la Paz, cuando impera la violencia.
    La Paz
 es un esfuerzo y no es un estado de éxtasis. Hay que trabajar por ella,
 con determinación firme y perseverante. Los verdaderos valientes son 
los que buscan la Paz. Las guerras sólo disfrazan cobardías con armas. 
  
  Tampoco hay Paz si se miente sin pudor, en especial a los más débiles,
 como en los últimos tiempos que se practica con las llamadas 
posverdades o sea, mentiras que dejan tranquilos sentimientos del 
momento, pero que no se atienen a la realidad. Ciertamente, sólo sobre 
la verdad se construyen los fundamentos de una auténtica Paz.
   
 También se afecta la Paz, cuando las mentiras construyen estereotipos 
discriminan-tes que resultan inaceptables y que se han fijado por cierta
 industria del entretenimiento y la información, que tanto daño hacen a 
la verdad integral y a la Paz. Películas y obras, en las que, 
tramposamente, se muestran siempre como avaros usurarios a los judíos; 
como terroristas a los musulmanes; como mafiosos o traficantes de drogas
 a los italianos y latinos-católicos y como delincuentes a los pobres.
  
  Sólo la Verdad puede sensibilizar los ánimos hacia la Justicia, 
abrirlos al Amor y a la Solidaridad, y alentar a todos a trabajar por 
una humanidad realmente libre y solidaria, que cobije especialmente, en 
este momento, a los migrantes que huyen de la guerra o de graves 
conflictos.
    A su vez, no hay Paz sino se asegura el pleno respeto
 de los derechos humanos y el acceso y preservación del empleo. Nada 
justifica el sufrimiento de inocentes, porque la Paz implica la firme 
voluntad de defender la dignidad de todas las personas. 
    Ninguna 
ofensa a la dignidad humana puede ser tolerada, cualquiera sea su 
origen, modalidad, excusa con la que se la busque justificar o el lugar 
en el que sucede. La historia demuestra que la indiferencia ante ello ha
 sido la antesala de grandes crímenes contra personas, naciones, etnias,
 religiones y pueblos.     
    La Paz implica el compromiso de estar
 de la parte de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, 
haciéndonos portavoces de quienes no tiene voz y trabajar, 
concretamente, para superar tales situaciones, con la convicción de que 
nadie puede ser feliz solo. Y en esta lucha, además, dar razones para 
vivir, que entusiasmen a tantos que, en la soledad y el dolor, caen en 
manos de la droga y del alcohol.
    La convocatoria a una actitud de
 Paz, siempre ha estado impresa en el corazón de todo lo humano e 
implica, en sí misma, una actitud interior y trascendente, que se 
potencia cuando se proyecta a la sociedad. Es un deber y una 
responsabilidad indelega-ble de todos y cada uno buscar la Paz y 
trabajar por ella. Tenemos que cambiar la historia. No podemos permitir 
que nos quieran obligar a creer que la Paz es un sueño imposible, que la
 Justicia es una utopía y que no es posible el bienestar compartido 
entre todos.
Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado Constitucionalista y
periodista columnista de opinión












