Casualidades
Casualidades: del incendio que desató el apagón a los tiros y amenazas a Messi. En menos de 24 horas después del informe de gestión del presidente Alberto Fernández en el Congreso, se produjeron un apagón en medio país y un atentado que buscó repercusión usando el nombre del capitán de la Selección Nacional, Lionel Messi. Por Luis Bruschtein. El inmenso apagón originado en la propiedad de un ex funcionario macrista y un atentado en Rosario cuya intención más que evidente fue provocar el escándalo y la desestabilización fueron el encuadre fantásmico --el destino, la casualidad o una mano negra-- al informe presidencial ante el Congreso de la Nación.
“En medio del corte de luz masivo, Alberto Fernández tuiteó su discurso 
con una insólita frase: 'Argentina es un gran país'” fue el titular de 
Clarín en la tarde de ese día. Argentina no es un gran país, según este 
titular que buscó refutar el discurso de Alberto Fernández, 
aprovechándose de ese contexto misteriosamente negativo que se produjo 
ese día. El atentado contra el supermercado del suegro de Lionel Messi 
deja mucho para pensar. Unas horas después del discurso presidencial, 
dos hombres se bajaron de una moto y dispararon 14 veces contra las 
cortinas del comercio, dejaron una nota con amenazas al capitán de la 
selección nacional y huyeron. El suegro de Messi no participa en 
política ni en la interna de ningún equipo de fútbol. El objetivo fue 
realizar un atentado que tuviera tremenda repercusión. Y eligieron 
hacerlo unas horas después del discurso de Alberto Fernández, en el que 
se refirió, entre otros puntos, a la inseguridad en esa ciudad.
¿Fue Messi el objetivo?
Aunque
 la amenaza mencionó a Messi, no está claro que el astro futbolístico ni
 su suegro fueran los objetivos. Rosario es el escenario de una guerra 
de narcos, es una ciudad azotada por la violencia, con un record de 
asesinatos muy por encima del resto del país. Pero además, esa realidad 
es el eje de un debate donde todos se echan la culpa. Lo real es que 
Rosario fue gobernado desde 1989 por la oposición socialista, que a 
nivel nacional, por lo general vota junto a la oposición derechista de 
Juntos por el Cambio. Pero en 2019 asumió la gobernación el peronista 
Omar Perotti, que fue en las listas del Frente de Todos. Tanto el 
macrismo como el socialismo afirmaron, sin evidencias, que cuando fueron
 gobierno nacional o provincial habrían logrado controlar el fenómeno 
narco. Ahora le cargan la romana a Perotti y a Fernández. En su 
discurso, el Presidente había acusado a la Corte y a la oposición de 
congelar a la Magistratura que debería designar a los jueces y fiscales 
faltantes en Santa Fe. Son los tribunales que faltan para agilizar la 
lucha contra esta lacra. Horas después se produjo el atentado que 
repercutió en todo el planeta.
La responsabilidad del macrismo y la 
Corte en la parálisis de la Magistratura es indiscutible. Y también lo 
es a esta altura, que la injerencia del narco en Rosario ha tomado una 
envergadura que necesariamente compromete a sectores de la política, de 
las fuerzas de seguridad y hasta a funcionarios judiciales. El ala dura 
del macrismo habla de enviar al ejército, pero ya no se trata solamente 
de un tema militar, sino económico, geopolítico y social.
El Ejército y las drogas
El
 envío por sí solo de más gendarmes o tropas del ejército sin un enfoque
 más amplio, puede conducir al fracaso que ocurrió donde se han aplicado
 esos métodos, como en México. La semana pasada el ministro del gobierno
 derechista del PAN de principios del milenio, encargado de combatir a 
los narcos mexicanos, Genaro García Luna, fue condenado en los Estados 
Unidos por introducir a ese país 53 toneladas de cocaína del cartel de 
Sinaloa. El año pasado fue condenado el jefe de la Policía Federal de 
México, Iván Reyes Arzate por el mismo delito. Cuatro generales y un 
teniente coronel fueron procesados por dar protección a un alto jefe 
narco que después cayó en desgracia.
En Santa Fe, Argentina, hay 
varios ex jefes de la división antidrogas detenidos por colaborar con 
las bandas. El ex jefe de la policía provincial, Hugo Tognoli, fue 
procesado por el mismo delito. En un problema tan complejo y tan grave 
es suicida tratar de sacarle rédito político con acusaciones al bulto o 
con soluciones milagrosas. No se puede combatir una mafia con otra mafia
 como propone Patricia Bullrich. En esa fórmula las fuerzas de seguridad
 o militares se exponen a la corrupción y aumentan las víctimas jóvenes y
 pobres entre la población civil, como sucedió en el sur con los 
crímenes de Rafael Nahuel y Santiago Maldonado.
Es un país de 
demasiadas “casualidades”, como que una organización utraderechista, 
relacionada con el grupito de lúmpenes que intentó asesinar a Cristina 
Kirchner, haya sido financiada por empresas de la familia de Luis 
Caputo, amigo de Mauricio Macri; o donde la casualidad hizo que espías 
aleccionados por el macrismo hayan decidido espiar por cuenta propia a 
enemigos y críticos de Macri; o donde la casualidad hizo que la gran 
mayoría de las causas contra Cristina Kirchner cayeran en el juzgado del
 fallecido Claudio Bonadio y su compadre Carlos Stornelli.
El papel del incendio
En
 un país de tantas casualidades sería conspiranoico suponer que un 
incendio en campos de un ex funcionario macrista destruyera un cable de 
alta tensión que sacaría de servicio a la central atómica de Atucha para
 dejar sin luz a medio país pocos minutos después del discurso 
presidencial. Por “casualidad”, el incendio se inició en sitios 
estratégicos muy puntuales debajo de la línea de alta tensión, en campos
 del macrista Ricardo Elliot, ex funcionario en Pilar.
En la 
información de los medios corporativos, el discurso presidencial fue 
rápidamente sobrepasado por las amenazas a Messi y por el apagón. Esta 
casualidad alcanzó para contradecir al discurso presidencial cuando dijo
 que “la Argentina es un gran país”.
Cuando Alberto Fernández lanzó 
su crítica al funcionamiento de la Corte y la realización del lawfare 
por el macrismo, la oposición macrista comenzó a rechiflar y a gritar en
 forma desaforada. Pareció una escena arreglada incluso con los dos 
únicos miembros de la Corte que asistieron y que son los dos que fueron 
designados por Macri, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz.
La complicidad entre la oposición y la Corte
La
 intención fue mostrar a la oposición defendiendo a capa y espada a los 
inmaculados jueces de la Corte del ataque populista patotero. Pero el 
griterío, las chiflatinas y las actitudes burdas de los legisladores de 
la oposición los mostraron a ellos como patota y dieron vuelta el 
sentido de la escena. En vez de concitar indignación confirmaron la 
acusación que había formulado el Presidente de complicidad entre unos y 
otros.
La persecución judicial a Cristina Kirchner estuvo presente en
 el discurso presidencial que se emitió por cadena nacional. La 
credibilidad o expectativa que tuvo de punto de partida el complot 
judicial se esfuma con rapidez después de una condena sin pruebas y con 
tantas irregularidades.
Esa condena fue el punto de inflexión. Un 
síntoma fue la inmediata denuncia de Cristina Kirchner contra su 
proscripción. Se le sumó el discurso presidencial. La reunión que 
mantuvo la vicepresidenta el jueves con las integrantes del Mecanismo de
 Seguimiento de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y 
Erradicar la Violencia contra las Mujeres sugiere el comienzo de una 
campaña internacional.
La condena a seis años con inhabilitación para
 ocupar cargos públicos fue el disparador de artículos periodísticos en 
medios internacionales que comenzaron a tomar el caso de Cristina 
Kirchner como paradigma del lawfare o guerra judicial. Los jueces, 
fiscales y la Corte de Argentina empiezan a configurar un ejemplo 
negativo en el mundo. El 9 de marzo se conocerán los fundamentos de la 
condena y ya se está trabajando en la convocatoria a un acto popular 
para el 11. Era inevitable que el lawfare y la manipulación de la 
Justicia concluyera por resquebrajar al Poder Judicial.








